El discurso abstracto lo ocupa todo…mejor, casi todo. Desde las grandes frases dedicadas a lo metafísico, los valores, hasta los entes ajenos y silenciosos, parece gustarnos hablar de cualquier cosa, sin decir.
Pensar en concreto. Prefiero pensar en concreto…en lo que tengo enfrente, en el otro que es mi prójimo, en lo que miro, oigo, toco…en mí mismo. Eso es lo que significa vivir, estar aquí y ahora. Es el momento en que se revela la potencia, ese poder-ser tan confuso para algunos, tan irreal en algunas ocasiones, tan real en otras ocasiones. ¿Qué es esto que llamamos vida, sino el instante, continuo presente, que olvido y añoro cada segundo, siempre distinto, siempre nuevo?
No hay experiencia más reveladora que poner en escena eso que otros figuran en conceptos históricamente predominantes. «La nación», «los valores» y todos esos pajarillos que se revuelcan en nuestras cabezas, pierden sentido, cuando se les intenta poner las ropas de andar por casa.