El razonamiento en ajedrez y la invasión posicional 1

El título de esta entrada parece pretencioso, por lo que requiere alguna explicación. Por si no es evidente, aclaro que no pretendo en estas líneas resolver el problema del razonamiento ante el tablero. Mi objetivo es discutir un posible algoritmo de razonamiento ante el tablero, a la luz de la doctrina de las posiciones críticas y la invasión posicional. Primeramente, como contexto, discutiré un poco sobre las corrientes teóricas sobre el tema y la literatura relativa. La última parte atenderá el razonamiento ajedrecístico a la luz de la doctrina de la invasión posicional.

Las notas en las primeras secciones formaron parte de la parte sobre el razonamiento en ajedrez de nuestra edición original del Tratado de estrategia y razonamiento en ajedrez y que fue eliminada en la segunda edición, La invasión posicional en ajedrez. Espero que el año siguiente este material sea actualizado para publicar un libro separado y dedicado al tema.

El sistema combinatorio y el posicional

Mucho se ha discutido sobre la diferencia básica entre el jugador promedio y el gran maestro, adjudicando a la capacidad de cálculo de variantes de este último una gran importancia. Sin lugar a dudas, además del conocimiento de toda la teoría general del ajedrez, la fuerza deportiva de un gran maestro proviene de su capacidad para templar los nervios y hallar los mejores movimientos en el menor tiempo posible. Esta habilidad conlleva aspectos físicos y mentales del jugador, o sea, su salud general, su estado de ánimo, su concentración…, pero también requiere de una buena técnica que es susceptible de aprenderse. Estas técnicas son aplicadas por los jugadores de alto nivel, aunque pocas veces explicadas en detalle, pues los grandes maestros realizan gran parte de su trabajo intuitivamente, aunque a conciencia.

Una de las primeras corrientes de investigación sobre el razonamiento en ajedrez parte de Adriaan De Groot (1914-2006) y su famoso estudio entre las décadas del 40 al 60, publicado en inglés bajo el título de Thought and choice in chess. En él, paradójicamente se establece que esa supuesta diferencia de cálculo no es tal, aunque sí existe una enorme diferencia entre la evaluación posicional de un maestro, respecto a la del aficionado. Los estudios de De Groot, si bien son interesantes en tanto ilustran cómo realmente piensan los jugadores, poco dice de cómo debe ser ese proceso para brindar la solución exacta a la posición presente. Su enfoque cognitivo, poco nos sirve para la discusión que pretendemos aquí orientada a la búsqueda del mejor algoritmo de análisis y el protocolo del razonamiento para implementarlo.[1]

En las últimas décadas algunos textos de maestros o entrenadores de ajedrez han prestado atención a este proceso, aunque más como reacción ―positiva o negativa― al famoso texto de A. Kotov Piense como un gran maestro. Este texto es primordial al tratar exclusivamente ―desde la perspectiva de un gran maestro moderno― del razonamiento durante la partida. Aunque cubre aspectos como la evaluación de la posición y la planificación, se destaca más la sección pertinente al cálculo de variantes, como mecanismo concreto para descubrir el mejor movimiento siguiente. En uno de sus últimos capítulos, tratando del final de partida, plantea otra vía de razonamiento ―que es la menos tenida en cuenta por quienes revisan el texto― basada en la consideración de esquemas posicionales o posiciones futuras como determinante de los movimientos posibles. Estas dos nociones dibujan las dos corrientes heurísticas tradicionales sobre el análisis y el razonamiento ajedrecístico: el sistema combinatorio y el posicional. El sistema combinatorio se basa en la preselección y evaluación de todos los movimientos forzados que surgen de la posición presente para justificar el mejor movimiento. El sistema posicional se fundamenta en una posición-objetivo y los movimientos necesarios para su construcción.[2]

Tanto el tratamiento del fundamental texto de Kotov, como la ausencia de consideración a otras aportaciones de los maestros clásicos (Steinitz, Tarrasch, Lasker, Capablanca, Nimzowitsch) sobre el tema del razonamiento ajedrecístico, reflejan una especial confusión. Los tratantes del estudio del razonamiento ajedrecístico aparentemente obvian o ignoran la raíz de las distintas posturas históricas sobre el razonamiento en ajedrez y sus dos vertientes reconocidas.

Una nueva corriente de pensamiento intenta complementar estos sistemas incorporando el antiguo concepto de «profilaxis». El reconocido entrenador Mark Dvoretsky ―y sus alumnos― es el principal promotor de la idea de «pensamiento profiláctico». Con esta noción se incorpora el principio de que el proceso de razonamiento ―sea cual sea― debe iniciarse preguntándose sobre los planes del enemigo. La respuesta a esto derivará al plan correcto, cuyo objetivo será obstaculizar el plan del contrario o ignorarlo, si no conlleva peligro alguno. La incorporación de este principio práctico no sólo afecta el método del razonamiento (cómo se piensa ante el tablero), sino que define el mismo algoritmo del proceso analítico (la evaluación posicional).

Un texto más reciente de Amatzia Avni, The Grandmaster’s Mind (2004), contiene entrevistas a grandes maestros sobre sus métodos de razonamiento. Aunque este esquema es similar al tomado por las corrientes cognoscitivas ―De Groot y sus seguidores― busca revelar de modo práctico la forma en que los maestros se aproximan a diferentes posiciones para encontrar puntos en contacto y establecer recomendaciones. La conclusión general de que los maestros utilizan invariablemente el pensamiento profiláctico como punto de partida al análisis es otro argumento a favor de esta técnica, durante el proceso de razonamiento.

Ya más recientemente, y tal vez por el triunfo de las máquinas de ajedrez, pocas propuestas novedosas respecto a las técnicas de razonamiento humano ante el tablero. Acaso lo ya descubierto sea suficiente y el triunfo de la profilaxis no de paso a otras novedades. Repasemos un poco la literatura ajedrecística sobre el tema.

El proceso de razonamiento en la literatura ajedrecística

El texto de Kotov no es sin duda la primera noticia en la literatura ajedrecística que se tiene del razonamiento en ajedrez. Veremos que las ideas al respecto podemos rastrearlas hasta Steinitz, pasando por Lasker y Capablanca, entre otros. Otra aportación posterior, no destacada demasiado por ahora, es la del maestro Sergei Belavenets (1910-1942). Antes de la Segunda Guerra Mundial, había elaborado con Kotov un estudio del medio juego y el final, que se perdió en el avatar de la guerra. Su trabajo es recordado en un excelente artículo ―tanto por Kotov, como posteriormente por Shereshevsky[3]― en donde destaca la idea del «pensamiento esquemático»[4] en el final de partida, que discutiremos en detalle.

Se pueden identificar en la literatura ajedrecística dos corrientes de pensamiento referentes al proceso de análisis y al método de razonamiento durante la partida. Estas corrientes indican dos métodos de razonamiento que, aunque comparten muchos aspectos, son diferentes e incluso pueden llevar a caminos o soluciones distintas. La realidad es que tales métodos se basan en dos vías distintas de analizar una posición. Mientras un sistema se apoya sobre la evaluación de los movimientos forzados, el otro se sostiene sobre las posibles posiciones favorables del futuro y los factores que la construyen. Una de las primeras referencias escritas nos viene de Emanuel Lasker, quien en su Manual de ajedrez[5] (libro cuarto) expone las diferencias entre el juego combinatorio y el posicional como una diferencia, no sólo de dos estilos personales de juego, también de métodos de razonamiento ante el tablero:

Los métodos seguidos en el análisis de una posición dada mediante la combinación y la creación de planes se diferencian por la dirección del pensamiento subyacente. El jugador de combinación piensa hacia delante: comienza a partir de la posición dada y ensaya mentalmente las jugadas forzadas; por el contrario, el jugador de posición, al pensar, retrocede: concibe una posición a la que quiere llegar y encamina sus esfuerzos hacia aquélla, de la que es más consciente que de la existente en el tablero. Ve las etapas sucesivas de la posición proyectada y visualiza las etapas en orden inverso. (Lasker, 2005, p. 186)

Con este planteamiento Lasker indica las diferencias esenciales entre los dos sistemas: el combinatorio, basado en el cálculo de las variantes forzadas y el avalúo de las posiciones resultantes; y el posicional, fundado en la contemplación de una posición futura favorable y el cálculo de su posibilidad.

Más adelante continúa en primera persona:

Siguiendo el proceso anterior, busco cerciorarme de si, de entre las posiciones que puedo hacer derivar de las posición presente mediante una sucesión de jugadas forzadas, soy capaz de encontrar alguna que me sea deseable e imaginarla; con el segundo proceso espero poder alcanzar una posición que tengo en mente e intentar descubrir si los caminos conducentes a aquella posición concebida pueden comenzar a partir de la posición en el tablero. (Lasker, 2005, p. 186)

Resulta paradójico que ninguno de los autores posteriores, y que han tratado el tema, haya tomado nota clara y específica de este dato, posiblemente común para el jugador de principios del siglo XX, y por supuesto, necesario para entender el sistema de razonamiento del gran Lasker, Capablanca y otros maestros clásicos. Igualmente importante es el señalamiento de Lasker de que ambos modos de pensamiento conviven en perfecta armonía en el maestro, en tanto participan del juego ambos tipos de posiciones.[6]

En el contexto de las ideas de Steinitz, Lasker anota que los jugadores antes de aquél jugaban siguiendo los simples principios del rápido despliegue de material y el ataque directo, donde intentaban «descubrir» la línea forzada que concluyese la partida en mate o en una ganancia material. Al proclamar la igualdad teórica inicial, Steinitz sostiene que es imposible ganar directamente la partida a base de «combinaciones», sino que es necesario «acumular ventajas» para que se justifique cualquier ataque. Sólo cuando tales ventajas son suficientes el jugador tiene el derecho de buscar la combinación ganadora, pues ha de existir en la posición como corolario a sus esfuerzos.[7] Entonces ¿cómo jugar para adquirir esas ventajas? El juego antes de producirse la ventaja es el de «planificación». En él, el jugador persigue posiciones con factores que le son favorables. Steinitz además señala tales factores, de entre los cuales menciona las debilidades de peones y casillas, los puestos avanzados, las líneas abiertas, la pareja de alfiles y otros que ya conocemos de la teoría posicional original. Esto nos sugiere algo poco antes discutido en detalle: Steinitz no sólo se diferenciaba de sus contemporáneos respecto a su noción de la lucha ajedrecística, con la implementación de sus teoría estratégica, sino también respecto a la manera de pensar ante el tablero. En su caso, posiblemente la visualización de posiciones ideales primaba durante los inicios de partida y, luego de considerada la tenencia de una ventaja, pasaba al razonamiento combinatorio para encontrar el camino forzado a su materialización.

Antes de Lasker, el gran Capablanca en su pequeña obra sobre los fundamentos del ajedrez[8] habla de un tipo de cálculo basado en la visualización de las posiciones futuras, que apela al pensamiento posicional laskeriano. También Reti, en el texto antes aludido (Nuevas ideas), destaca las diferencias entre los dos estilos de juego como diferencias en el razonamiento siguiendo la línea de pensamiento de Lasker, pero sin el detalle que éste propondrá luego. Todo esto nos deja un claro indicio de que, por lo menos al nivel magisterial, los ajedrecistas clásicos tenían una idea clara de estos diferentes mecanismos de razonamiento y los ataban al carácter forzado o tranquilo de las posiciones durante la partida.

Años después (fines de la década del 1930 o principios de los 1940), un maestro soviético, Belavenets,[9] escribe sobre el «pensamiento esquemático» ―el pensamiento del juego posicional en la versión de Lasker― en las posiciones donde el juego no se mueve por caminos obligados. Siguiendo la misma distinción de Lasker, Belavenets comenta:

La principal tarea del jugador durante el medio juego es el análisis de toda complicación táctica, y el cálculo de las combinaciones y variantes. En el final de partida las cosas son diferentes. Sólo en algunos finales, los llamados finales combinatorios, se atiende al cálculo y la táctica. En la gran mayoría de los finales es esencial pensar en términos de planes. Las variantes juegan allí un rol secundario. El rol principal es del «pensamiento esquemático», y la posibilidad de construir en el tablero tal o cual posición se revisa mediante el cálculo de las variantes. (Shereshevsky, 1985, p. 1) [Traducción nuestra,]

Más tarde, aunque se siguió hablando de la distinción entre el juego combinatorio y el posicional, se usó ambos términos de manera superficial, circunscrita sólo a cualidades del estilo personal, separándolos del proceso específico del razonamiento. Se hablaba de cálculo concreto y del avalúo general a base de principios, como parte de un mismo sistema. Es decir, que la noción del razonamiento posicional basada en la planificación no demarcaba un tipo de investigación analítica distinta respecto al cálculo de las variantes forzadas, sino el complemento de un mismo sistema. De ese modo, ya no se habla de «previsión de posiciones futuras» ni de «pensamiento esquemático» o «cálculo de las posibilidades»[10] para distinguir este método del otro. El jugador posicional actual evalúa a base de principios estratégicos generales, que confirma mediante el cálculo exhaustivo de variantes y el avalúo de las posiciones resultantes. Con esto se asentó el triunfo del sistema combinatorio de pensamiento que continúa hasta nuestros días.

El concepto «combinación» ha evolucionado también al grado de alterar su sentido original, de maniobra forzada a secas, por el de maniobra forzada que incluye necesariamente un sacrificio.[11] Estrictamente considerada, la crisis material ―de la que la combinación puede ser parte― permite una secuencia de movimientos forzados que lleva a una ganancia de este tipo o al mate. Esta secuencia puede incluir, aunque no necesariamente, sacrificios de material (el sacrificio combinatorio). Se compone, como todos los períodos críticos, de movimientos forzados o inevitables como la atracción, el desplazamiento inevitable, la destrucción o el desvío. En muchas posiciones, la crisis se resuelve con una combinación, mientras que, en otras, la ganancia material se produce tras una secuencia exacta de maniobras sin sacrificios.

La culminación de todo este proceso de confusión ―entre lo combinatorio y posicional― se alcanza durante la década del 1970, cuando se publica el texto de Kotov, Piense como un gran maestro,[12] que origina una revolución en el mundo ajedrecístico, pues era la primera obra dedicada cabalmente a los procesos de razonamiento de los jugadores de alto nivel durante la partida. Su pensamiento se inclina en favor del cálculo de variantes para obtener el movimiento correcto, mientras dedica sólo un pequeño capítulo ―al final del texto― al pensamiento esquemático, sin separarlo de la noción del cálculo de variantes y circunscrito sólo al final de la partida. Merece mención, además, el hecho de que no limita el mecanismo del cálculo de variantes a los movimientos forzados, sino a cualquier movimiento durante la partida.

La fama de este texto fue tal que todo tratamiento posterior sobre el tema en la literatura ajedrecística se concentró en la técnica del cálculo de variantes, y en los aspectos psicológicos y prácticos de torneo, obviando el segundo tipo de pensamiento. Dentro de este grupo encontramos buenos representantes en Soltis,[13] Tisdall[14] y Nunn,[15] que se apoyan en el sistema Kotov e intentan perfeccionarlo, acentuando la inflexibilidad práctica del método, pero partiendo de sus planteamientos originales.

Otra corriente de pensamiento, también de los últimos años, ha intentado revivir las nociones del pensamiento esquemático o posicional, sin reconocer la tradición anterior o desconociéndola del todo. Dentro de este grupo encontramos a Silman[16] y a Beim[17] que incorporan la forma de pensar del jugador posicional que describe Lasker arriba como descubrimientos propios y originales. El primero llama a su método el «método de razonamiento Silman»,[18] y el segundo denomina al suyo el método del «pensamiento invertido».[19]

El entrenador Dvoretsky[20] se ha encargado de promover una idea complementaria a cualquiera de los dos sistemas anteriores. El «pensamiento profiláctico» define el razonamiento durante la partida, pues parte de la pregunta recurrente en torno a los planes del adversario. La respuesta a esa pregunta decide el curso de acción, que se basará en anular o dificultar el plan del enemigo cuando representa algún peligro:

Lo que entiendo por pensamiento profiláctico es el hábito constante de preguntarse qué quiere hacer el oponente, qué haríamos si estuviésemos en su situación, y la habilidad de encontrar una respuesta a esta pregunta y tomarla en consideración en el proceso de tomar una decisión. (Dvoretsky, 2002, p. 69) [Traducción nuestra]

Aunque Dvoretsky no explicita en detalles cómo discurre esto durante la partida, nos da la clave para maximizar la eficiencia de cualquier método de razonamiento, mediante la eliminación, según analizaremos luego.   

El razonamiento crítico y la invasión posicional

La lucha por romper el equilibrio posicional es el núcleo central de la estrategia y del análisis de la posición. Esa lucha se define tácticamente por las constantes amenazas críticas en el mayor grado de fuerza posible. Encontrar dicha amenaza y ejecutarla es la meta fundamental del razonamiento ajedrecístico.

Dos posibles respuestas resultan de esta búsqueda al mejor movimiento. Como la pasividad no es opción, debemos amenazar críticamente al oponente o prevenir que materialice sus amenazas críticas. El valor de las dos vías de razonamiento sólo puede reconocerse comparándolas y evaluando sus consecuencias. Veamos los argumentos.

Es cierto que el proponer amenazas críticas no evitará que el oponente pueda responder con las suyas como contragolpe y que, más aún, sus amenazas sean más fuertes que las nuestras. Es por esta razón que un juego cegado en la ofensiva podría llevar a la derrota.

Es aquí donde el pensamiento profiláctico (auspiciado por Dvoretksy) surge de forma natural de la misma necesidad estratégica. Ante cualquier posición debemos preguntarnos: ¿qué amenazas críticas propone el oponente? ¿Cómo las evito, las devalúo o las compenso?

La ruta concreta de la lucha para romper el equilibrio se basa en prevenir la ejecución de las amenazas críticas enemigas, proponiendo preferiblemente amenazas propias. De este modo, garantizamos el equilibrio y mantenemos consistentemente la amenaza de ruptura a nuestro favor. Recordemos que sólo basta un movimiento favorable para que el enemigo pueda sostenerse. Al privársele de él, solo puede sobrevenirle lo peor.

Esto trae como consecuencia que es preferible, aunado a la prevención de las amenazas críticas enemigas, la destrucción de los elementos invasivos que tiene su posición, sobre la construcción de factores propios. Así se le priva totalmente al enemigo de un posible contrajuego y se pavimenta el camino para los factores críticos sin oposición.

Reti, 1921 (Juegan blancas)

Esta es otra versión del famoso estudio de Reti que ilustra el juego de contrapesos de las amenazas críticas y sus respuestas. Las blancas tienen ambas piezas en terreno enemigo, pero muy separadas para apoyarse y dominar el camino a la coronación. Por esto, cualquier intento amenazante de adelanto del peón se detiene por el rey negro, que aún protege su territorio. En cambio, las negras están a un paso de penetrar el terreno enemigo, sin ninguna resistencia que lo detenga hasta la casilla h1. Las blancas emprenden dos acciones combinadas: apoyan la invasión de su peón en la columna-c (compensación), mientras se acercan a recuperar su terreno (invalidación crítica) en la columna-h. 1.Rg7 h4 2.Rf6 Rb6 (2…h3 3.Re6 h2 4.c7 Rb7 5.Rd7) 3.Re5! y el rey se coloca en el punto medio exacto para apoyar la invasión de su peón o defender su terreno y evitar la promoción del peón negro. Si el negro va por 3…Rxc6, entonces 4.Rc4; y si va por 3…h3, se va por 4.Rd6 apoyando su peón.

¿Cómo es este protocolo o algoritmo de razonamiento? ¿Cómo se combina ese algoritmo con la teoría de la invasión posicional? En otras entradas trataremos esto en detalle.



[1] En tiempos actuales algunos teóricos han enfocado en el aspecto cognitivo del proceso de razonamiento, siguiendo el estudio de De Groot. El más representativo y complejo planteamiento lo hacen Przewoznik y Soszynski (2001) en su texto How to Think in Chess. Este texto, aunque sí ofrece recomendaciones a jugadores prácticos, no se basan en la teoría estratégica del ajedrez, sino en patrones de pensamiento regularmente utilizados por los maestros.

[2] Estas definiciones no parten de Kotov, sino de Lasker, como se discutirá más adelante.

[3] Shereshevsky, M. (1981/85). Endgame strategy. London: Cadogan Books. El primer capítulo de esta obra contiene dicho artículo.

[4] «Schematic thinking».

[5] Lasker, E. (1925/2005). Manual de ajedrez. España: Lisma Ediciones. Es necesario aclarar que ya Capablanca alude a uno de los métodos en su manual Fundamentos del Ajedrez que data del 1921.

[6] Esta última idea también es respaldada por Reti (1985, pp. 19-21): Reti, R. (1922/1985). Nuevas ideas en ajedrez. Madrid: Fundamentos/Aguilera.

[7] Bien se reconoce que la materialización de una ventaja sustancial sólo puede concebirse concretamente y mediante juego forzado.

[8] Capablanca, J. R. (1921/1994). Chess fundamentals. London: Cadogan Books.

[9] El artículo en cuestión se titula Basic principles of end game play.

[10] Que es distinto al cálculo de variantes, pues lo que mide es si una secuencia de movimientos es inevitable, tomando en consideración sólo los movimientos del contrario que pueden evitar o devaluar las opciones de movimiento que se pretenden ejecutar.

[11] Del primer lado tenemos a los maestros clásicos, con Lasker y sus contemporáneos; mientras que la nueva versión, nace con Botvinnik, y sus seguidores (Soltis, 1995; Tisdall, 1997; Nunn, 1998; Beim, 2002; Dvortetsky, 2002).

[12] Consultamos la edición traducida al inglés: Kotov, A. (2005). Thinking like a grandmaster. London: Batsford.

[13] Soltis, A. (1995). How to calculate and win. New York: David McKay Company.

[14] Tisdall, J. (1997). Improve your chess now. London: Gambit Publications.

[15] Nunn, J. (1998). Secrets of practical chess. London: Gambit Publications.

[16] Silman, J. (1993). How to reassess your chess. Los Angeles: Siles Press.

[17] Beim, V. (2002). Chess recipies from the grandmaster’s kitchen. London: Gambit Publications.

[18] «Silman’s thinking technique.»

[19] «Inverse thinking.»

[20] Dvoretsky, M. (2002). School of Chess Excellence 3: Strategic Play. (Estrin, 1981)Zurich: Edition Olms.

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